Por Gerardo Garcia
Lo recuerdo así. Siempre con su blazer y sus zapatos que compraba en una tienda en el Barrio de Salamanca en Madrid.
Lo recuerdo así. Irreverente, inteligente, expresivo en extremo.
Hombre de bien.
Pedro Pueyo comenzó, como casi todos los hoteleros españoles, en las islas de aquel país. Pedro, inquieto siempre, se aventuró en Cuba a invertir en hotelería. Fue ahí en una reunión con hoteleros, que un funcionario mexicano le habló de Cancún, que para él entonces no estaba en el mapa. Ahí le hablaron del programa de los swaps, y del apoyo gubernamental a la inversión turística.
Y ahí cambió su vida.
Días después llegó a conocer Cancún y la historia es conocida. Primero construyó el Oasis Cancún, que fue el primero en tener más de mil habitaciones en un solo inmueble. Innovador fue el primero en ofrecer el all inclusive -años después fue también el primero en meter a sus hoteles el espectáculo, conciertos, festivales, boxeo- y tras ese hotel construyó cinco más en el Caribe mexicano.
Pedro, en principio, fue un hombre genial. Un personaje de la vida. Con su cigarro en la mano y un single malt en la mesa.Gesticulador, hablando siempre tan fuerte que todo el restaurante escuchaba aquella frase de “me cago en sus muertos”. Su risa genial, sus historias de vida.
Su leyenda.
Se ha ido nuestro Pedro. Constructor de Cancún. Sus hoteles, la línea aérea que tuvo, su locura maravillosa.
Su cariño de amigo.
Imagino el dolor de su grupo cercano de amigos que también eran sus colaboradores. El maravilloso Guillermo Portella, el hermano, mi hermano Jesús Almaguer, el enorme personaje que es Javier Marañón, Rubén Olmos, Paola. Tantos que eran familia.
Quiero imaginarlo donde esté con el single malt el cigarrillo en la mano y su eterna inconformidad. Era un revolucionario en todos sentidos.
Era un gran amigo
Es una leyenda.
Vaya biem amigo
Vaya biem.
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