El crecimiento de Airbnb en América Latina refleja una dualidad marcada: una forma de viajar que evoluciona y un mercado inmobiliario en transformación. Desde la llegada de la pandemia, la región ha visto un incremento del 22% en reservas. Brasil y México lideran con una oferta que representa el 55% del total en América Latina, según datos de AirDNA.
El fenómeno del alquiler temporal, con más de 6 millones de descargas en el continente en 2022, responde a una “inquilinización”, como explica Natalia Lerena de CONICET, donde las políticas de alquiler social son escasas y la propiedad privada predomina en el acceso a la vivienda. Este mercado, poco regulado, permite a los propietarios generar ingresos en moneda extranjera, una táctica de salvaguarda económica en países como Argentina.
La regulación emerge como el desafío central. Ejemplos internacionales de ciudades como Barcelona y Nueva York han implementado medidas, pero en América Latina, la aplicación y el cumplimiento son temas pendientes. Buenos Aires, con una ley que busca regular el alquiler temporal, se enfrenta a la disparidad entre el número de registros y la cantidad de propiedades listadas en Airbnb.
La gentrificación es otro efecto inevitable de este modelo de negocio. Analistas señalan que el mercado tradicional se presiona, obligando a sectores medios a desplazarse en búsqueda de asequibilidad, reforzando así la valorización de zonas ya privilegiadas. Aunque Airbnb argumenta que su modelo distribuye beneficios económicos a barrios menos visitados, la realidad en ciudades como Ciudad de México revela una dinámica que favorece a los nómadas digitales y acelera la reconversión urbana.
Entidades como Coparmex reconocen la contribución económica de Airbnb pero advierten sobre un mercado en constante cambio y la necesidad de regulaciones. El desafío es encontrar un equilibrio justo que contemple el impacto local y permita una colaboración beneficiosa para todos los implicados. Con más de 7,7 millones de anuncios activos globalmente, Airbnb se aloja en el segundo por segundo de la vida de viajeros, mientras las ciudades latinas buscan adaptarse a su imparable expansión.
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