Por Francisco I. Colunga Becerril
Mientras al rededor del mundo abundaban alarmantes noticias respecto de la propagación del llamado COVID-19, en México parecíamos verlo como algo distante o que no nos afectaría, idea que se compartió inclusive desde el Presidente de la República quien minimizando el riesgo, fomentó la convicción entre los Mexicanos de que aquél virus no nos alcanzaría o por lo menos que no nos afectaría.
Tarde pero al fin, llegó el turno de México para enfrentar la pandemia, imprimiendo todos los esfuerzos gubernamentales en divulgar información médica y preventiva contra el contagio, pero perdiendo de vista que desde semanas antes ya teníamos un primer enfermo, quien adquirió los adversos efectos del virus desde el extranjero y pronto desarrolló los peores síntomas; éste primer enfermo de gravedad era la Industria Turística.
El turismo es vital para la economía mexicana, pues aporta el 17.2% del PIB del país cuando el promedio de la aportación de ésta industria al Producto Interno Bruto del Mundo apenas llega al 10%. No obstante, el 80% de ese turismo proviene del extranjero, razón por la que el Turismo resintió de inmediato los efectos económicos de la pandemia incluso semanas antes de que el resto de nuestro País dimensionara el problema económico que se avecinaba.
La cancelación de vuelos y la falta de condiciones del mundo para viajar, congeló de inmediato a la industria entera. Cancelación de viajes y vuelos, cancelación de reservaciones de hotel y ausencia de turistas, fueron los primeros síntomas que prendieron las alertas de las Empresas, que comenzaban a ver cómo se paralizaba la actividad turística. Ante la cancelación de vuelos y visitantes provenientes del extranjero, las agencias de viajes y hoteles comenzaron a cerrar sus operaciones temporalmente y con ello, todos los negocios que rodean al turismo como los servicios receptivos, transportadoras, atracciones, parques, comercios, restaurantes, bares y en general todas aquellas empresas que de forma directa o indirecta dependen de que lleguen los turistas y sin éstos, carece de sentido que las empresas permanezcan abiertas.
Todas estas empresas de servicios, tienen como principal y mas importante recurso al más frágil de toda la cadena económica: Los trabajadores.
Detrás de cada trabajador se encuentran sus dependientes económicos, quienes cuentan con la cobertura médica de la seguridad social gracias a la vigencia de derechos del trabajador que provee recursos a la familia. Pero, ¿qué pasará si ese trabajador pierde su empleo?
Quintana Roo aporta casi la mitad de todos los ingresos generados por el Turismo de México, aportando el 40% de todos los empleos de la industria turística en México, es decir, su actividad económica depende directamente del turismo. Al encontrarse cerrados por falta de clientes o por orden de la autoridad sanitaria, los comercios tienen que voltear a ver su bolsillo, para determinar durante cuanto tiempo podrán solventar los gastos de su nómina antes de comenzar a dar por terminada la relación laboral con sus empleados o poniéndose creativos implementando estrategias como permisos sin goce de sueldo u otros mecanismos inexistentes en la Ley pero muy utilizados como los denominados días Solidarios o vacaciones adelantadas entre muchos otros. Como piezas de dominó, la cancelación de vuelos, reservaciones y servicios, afecta en cascada a todas las industrias que operan alrededor del Turismo. (Se pierden un millón de empleos turísticos al día por coronavirus: WTTC).
Se estima que tan solo en Quintana Roo cerrarán en forma temporal al rededor de 50,000 cuartos de hotel, es decir, más de la mitad de la oferta hotelera del Estado, lo que implica que más de 60,000 empleos directos tan solo de la industria hotelera no tendrán ingreso alguno por concepto de salario, propinas o comisiones que esperaban en la próxima «semana santa» famosa por su alta derrama económica.
Como piezas de dominó, al quedarse sin visitantes, los hoteles se quedan sin ingresos y junto con ellos, los proveedores de servicios satélite del turismo como las transportadoras, tour, agencias de viajes, parques, zonas arqueológicas, restaurantes y bares, provocando que todos estos comercios dejen de pagar a sus proveedores de vinos, alimentos, servicios y por supuesto a sus trabajadores. Los pequeños y medianos empresarios dejan de recibir pagos de los grandes clientes, haciendo que incurran en el mismo problema en espiral: dejar de pagar a sus proveedores y empleados.
El temor del Estado no es el desempleo sino la falta de cobertura médica del Seguro Social.
Es justamente en la conservación de las fuentes de empleo en donde se encuentra la delgada línea que divide a una crisis temporal de una catástrofe económica. El Sistema Nacional de Salud está conformado por instituciones públicas y privadas. En instituciones públicas como el IMSS e ISSSTE se aportan contribuciones por el trabajador, patrón y el gobierno federal, pero al dejar de tener un empleo, el trabajador deja de ser derechohabiente y pasadas ocho semanas deja de tener la cobertura del servicio médico de la institución para la que cotizaba. Para las personas que no tienen acceso a estas instituciones públicas, IMSS-Prospera y Seguro Popular dan atención médica con sus respectivas limitantes, lo que arroja a tales instituciones la carga económica de solventar la atención médica a sus pacientes no derechohabientes del Seguro Social.
Dicho de otra forma, al dejar de tener trabajo, las personas dejan de tener vigencia del derechos ante le IMSS, dejando de recibir seguro médico para sí y para sus beneficiarios pasadas ocho semanas de la terminación de la relación laboral, corriendo a cargo del estado y sus limitados recursos su atención médica y recordemos que el inicio de todo este problema es justamente una crisis de salud.
De conservar sus empleos, los trabajadores continúan cotizando ante el Régimen Obligatorio del Seguro Social, conservando la vigencia de derechos que les da acceso al servicio médico para si y para todos sus dependientes económicos, derecho que podría representar la vida o la muerte ante una contingencia de salud, además de conservar un salario que, por mínimo que fuere, permitirá que el ciclo económico local sobreviva.
El despido de trabajadores que al perder su empleo, pierden también el acceso al servicio médico del Seguro Social y cualquier ingreso por mínimo que sea, colapsa la economía local y el sistema público de Salud del Estado. Ante tal escenario, el Gobernador de Quintana Roo, anunció el 19 de marzo del 2020, el plan denominado “Juntos Saldremos Adelante”, en el que señalaba diversas acciones y estímulos fiscales a empresas que se solidarizaran con sus trabajadores y la celebración de convenios con los patrones para que los trabajadores no perdieran su empleo o se acordara con ellos un salario pre pagado para sobrevivir la contingencia, propuestas estériles por ser insignificantes ante la carga económica que representa conservar el pago de sueldos y cargas sociales para los patrones.
En un esfuerzo desesperado, el Gobierno de Quintana Roo emprendió una campaña de amenaza a los empresarios, argumentando que «ya se ha ganado mucho a costa del turismo y que es ahora cuando deben respaldar a sus trabajadores», argumento que posiblemente funcionará para las grandes empresas que puedan solventar su nómina aún sin ingresos, pero que poco convencerá al micro empresario que deberá decidir entre mantener el pago de su nómina o el de llevar recursos a su propia casa.
El virus #COVID19 es el mismo en todo el mundo, pero afecta de forma distinta a cada país y a cada industria. Un reto como éste nos muestra el «lado B» de la globalización que tanto festejamos y que hoy demuestra que sus efectos positivos son globales como para el propio turismo pero de igual forma sus efectos negativos.
El turismo se ha enfermado de gravedad, pero la cura está en manos de quien lo ha construido en forma conjunta a lo largo de la reciente historia de Quintana Roo. Gobierno, Trabajadores y Empresarios, trabajando juntos son los únicos que tienen la solución para recuperar a Quintana Roo de la crisis que estamos pasando, deteniendo el efecto dominó de la paralización económica a la que nos enfrentamos.
Con el esfuerzo de todos, ésta será una historia más de crisis superadas como lo fue “Gilberto”, “Wilma”, la contingencia Sanitaria “H1N1” y muchas que vendrán, las cuales superaremos con trabajo en equipo, solidaridad y responsabilidad compartida debiendo aportar cada parte en la medida en que hemos recibido.
Por Francisco I. Colunga Becerril